Recuerdos del pasado «el corral»

Lorenzo Fernández Molina.- El pequeño corral del hermano Julián estaba atiborrado de gallinas y conejos. En un rincón se levantaba un pequeño cuarto de tapial, cuya entrada ocultaban unos sacos de arpillera dispuestos en forma de cortina. Era el retrete, un avance social para los usos y costumbres del hermano Julián y su familia.

El retrete, propiamente dicho, consistía en un grueso tablón de madera, con un agujero en el centro, que se comunicaba, ya al aire libre y por abajo, con un foso donde se iban arrojando los excrementos de las bestias, los restos de comidas y los barridos, y por el que deambulaban las aves en continuos picoteos. Allí sin existir la más elemental canalización para mengua de los excrementos, estos se iban descomponiendo formando el conjunto el estiércol para su huerto. Rara vez se advertía la presencia picotera excepto en el mismo instante de la evacuación.

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El hermano Julián era trabajador, comilón y amante del buen vino. No tenía un patrimonio holgado pero si lo suficiente para vivir con acomodo: unas viñas, un huerto, una mula, un borrico y la casa donde hacía vida con su Ramona, un gato y un perro.

El hermano Julián tenía en mucha estima a sus amigos y familiares cuando se descolgaban por su casa; lo primero que hacía era sacar la petaca, el vino y el jamón.

Llegada el día de la Virgen recibió el hermano la visita de su primo Baltasar y de su mujer Jacinta venidos de Elorrio para pasar las fiestas. Como estos parientes llegaron de visita a mesa puesta, se hicieron con el puchero y su potaje quedando los visitados casi «a dos velas», por lo que Ramona hubo de freír unos chorizos, morcillas y huevos fritos como comida complementaria.

El primo Baltasar no le caía mal a Julián, pero su mujer le daba angustias. Ella había sido la principal artífice del pleito mantenido en años anteriores por la herencia de un tío de ambos y de haberle negado la palabra durante años. El recuerdo del pleito y el exceso de comida excitaron las almorranas de Jacinta, sirviendo como purgante. Por imperativos de necesidad hubo de ir a evacuar con urgencia pidiendo donde podía hacerlo pues ya estaba fuera de aguante.

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Abrió el hermano Julián el portón del corral y señaló el retrete. Jacinta se incrustó en el agujero y se aprestó a dar comida a las picoteras aves que viendo las carnes asomar y las enrojecidas almorranas se colocaron en disposición bajo el agujero.

Dentro de la cocinilla siguió el coloquio…..

Un grito agudo vino a interrumpir la conversación de los reunidos, alarmados estos irrumpieron en el corral. Con la ropa alzada y morcillera salió del retrete la prima con la cara descompuesta, mientras un gallo rojizo llevaba colgando del pico, las frescas y abundantes almorranas de Jerónima, sorteando por todo el corral las carreras de sus congéneres.