Oficios desaparecidos.- El talabartero y guarnicionero

Mª Dolores López-Tercero Sánchez.- Desde el siglo XVI, y hasta mediados del siglo XX, el oficio de talabartero y guarnicionero ha sido muy valorado entre nuestra sociedad, existiendo en todas las localidades al menos un vecino dedicado a tal trabajo.

Sin embargo, existe una pequeña diferencia entre talabartero y guarnicionero, aunque a lo largo de los años ambos han ido de la mano, siendo desempeñado por el mismo artesano.


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La diferencian entre talabartero y guarnicionero, es que el primero suele hacer un trabajo del cuero para muy diversos usos; mientras que el segundo realiza trabajos más específicos del cuero para los arreos de los animales de carga.

La importancia de tal oficio en el pasado se debe a que estos arreos eran necesarios para las labores del campo, donde se empleaban animales como el mulo, burro, caballo o buey.

Además, también eran imprescindibles para los transportes de distintas mercancías y personas, cuyo principal medio de transporte eran los carros y galeras. Por ello, no era de extrañar que existiera un taller en cada pueblo o ciudad donde este artesano desempeñara su oficio.


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El material empleado era el cuero, siendo el más utilizado el de toro o vaca y, en ocasiones el de cabra, haciendo uso de este último para las zonas que debían ser más flexibles.

Además del trabajo del cuero, también se realizaban almohadillados de aparejos e, incluso, decoración de algunas piezas con adornos de cuero, tachuelas, trenzados, borlas y demás adornos.

En la actualidad es un oficio en vías de extinción, quedando aún con vida en algunas zonas de España o para realizar trabajos a sectores específicos de la población, como es el caso del talabartero o guarnicionero de la Guardia Real.


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En este caso, el oficio es desempeñado por un cabo primero, quien realiza una labor de gran necesidad, debido a que todos los elementos de vestir a los cerca 180 caballos con que cuenta la Guardia Real son realizados en cuero, así como la fabricación artesanal de las sillas de montar.

Una labor que años atrás podíamos encontrar casi en cada esquina y que, hoy día, es difícil de localizar.