DR. DON MANUEL QUERO JIMÉNEZ

«He andado muchos caminos,
he abierto muchas veredas…»
Estos sencillos versos de Antonio Machado sirven para enmarcar la trayectoria profesional del Dr. M. Quero,

Lorenzo Fernández Molina.- Aunque su nacimiento no se produjo en Moral, porque nació en Andújar (Jaén), el 31 de Julio de 1.941, pero dado que pasó toda su infancia y juventud en este pueblo, (desde 1.944, fecha en la cual su padre, Don Manuel Quero Malo, toma posesión de una plaza de médico que estaba vacante), toda su formación de Primera Enseñanza así como el Bachillerato Elemental, lo realizó en los colegios moraleños.

Fue aquí, en la casa situada en Agustín Salido no 11 esquina a calle Clavel donde transcurrió su infancia y su juventud. Durante las vacaciones de verano, acompañaba a su padre, junto a su hermano Pepe, a las visitas
domiciliarias. A Manolo y a Pepe, sus dos hijos varones, los llevaba al lado, comentándoles, sin duda, las diferentes patologías que acababan de observar.


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Al llegar a la edad de estudiar el Bachillerato Superior se trasladó a Madrid, al internado del Instituto Ramiro de Maeztu, para continuar los estudios que más tarde concluirían en la Carrera de Medicina.

En 1966 y en Madrid, contrae matrimonio con la señorita de nacionalidad francesa Claude Volovickis (profesora de Lengua Española en Francia hasta su matrimonio).

Falleció en Collado Mediano (Madrid), el día 22 de Agosto de 2.003, a consecuencia de un infarto de miocardio fulminante y masivo a los 62 años de edad, cuando se encontraba en fase de preparación de la Conferencia de Clausura del XVI Memorial Guillermo Arce-Ernesto Sánchez Villares donde le iba a ser entregada medalla por su labor en Cardiología y que había sido concedida por unanimidad en la reunión del Comité del Memorial en Salamanca en noviembre de 2002.

Dejó mujer y tres hijos, Manuel, Claude y Daniel. Universidad de Oviedo. Hospital Universitario Central de Asturias.

Como suele suceder a toda persona de valía, la modestia y la sencillez eran su característica natural; de tal manera que propuesto para Ministro de Sanidad se negó, pudiendo más su modestia, el trabajo y satisfacción de su carrera que su ambición.

Su merecido e indudable prestigio profesional -tanto a nivel nacional como internacional- su calidad humana y a la atención y dedicación que siempre prestó a todas las personas en general y muy especialmente a cada uno de los hijos de Moral de Calatrava, que llamaron a su puerta, tuvieron su reconocimiento rindiéndole de esta manera homenaje a uno de sus más brillantes científicos.


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«A las 12 horas de la mañana del día 29 de noviembre de 2003, se celebró en el Salón de Plenos del Ayuntamiento un acto homenaje a título póstumo en honor del Dr. D. Manuel Quero Jiménez, cardiólogo ejemplar para toda la medicina.

Así, a continuación, se procedió a descubrir una placa conmemorativa en el Centro de Salud de la localidad, el cual llevará su nombre a partir de este evento».

Manolo destacó enseguida como estudiante de medicina. Es en este tiempo -en la Cátedra de Patología General del Prof. D. José Casas en el Hospital Clínico Universitario de Madrid.

En sus últimos años sus pasos se dirigen hacia la cardiología. Adquiere una excelente formación cardiográfica general de sus maestros P. Zarco, O. Salmerón y J. Romero que figuraban a la cabeza de la cardiología española.

Es primavera de 1965, Manolo estaba acabando la carrera y el Dr. Castroviejo – neurólogo general en el Hospital Puerta de Hierro- se encuentran ambos y comentan diversos temas profesionales. Manolo le comunica que se va abrir ei Hospital Infantil

en la Ciudad Universitaria La Paz en el mes de julio. Su director era el Dr. Enrique Jaso -pediatra importante e íntimo amigo del padre de Manolo y determinante en la proyección profesional de Quero – que deseaba hacer en España el primer Centro de Especialidades Pediátricas. Manolo se iba a encargar de la cardiología pediátrica y quedó con el encargo de hablarle al Dr. Jaso del Dr. Castroviejo para que se encargara de la Neurología Pediátrica. Con la aceptación del Dr. Jaso se creó el primer embrión de las especialidades pediátricas de nuestro país (un joven médico y un neurólogo general. 


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A mediados de los años sesenta termina el Doctorado y se incorpora al equipo médico en el Hospital Universitario «La Paz » de Madrid. Junto a Víctor Pérez Martínez y, algo después, Felipe Moreno, puso en marcha la primera unidad hospitalaria española de Cardiología Pediátrica. Con medios muy precarios (el fonendoscopio, un viejo electrocardiógrafo y el apoyo radiológico) y un tesón indomable, comienza a desarrollar una fructífera labor que no tarda en alcanzar justo reconocimiento. Puede afirmarse, sin temor a pecar de exceso, que allí se fundó la moderna Cardiología Pediátrica Española. El desbordante entusiasmo inicial hace que, al tiempo, otras unidades comiencen también su andadura, especialmente en Barcelona (Dr. Roca Llop) y Bilbao (Dres. Cabrera y Azkuna).

Con una infatigable capacidad de trabajo, atrae a su lado a jóvenes cardiólogos y pediatras, con los que pone en pie las bases estructurales de la asistencia clínica a los niños cardiópatas. Permanece en el hospital hasta el anochecer y no son escasos los días en que descansa sólo unas pocas horas en un sillón o una camilla de reconocimiento. En «la Paz» permanece desde 1965 hasta 1876.

Desde el primer momento considera necesaria la colaboración de cirujanos cardiovasculares para poder ofrecer una asistencia integral medico-quirúrgica. Con la ayuda de su impulso, los Dres. Álvarez Díaz, Brito y Lozano inician también la renovación de la cirugía de las cardiopatías congénitas, en un trabajo conjunto con los cardiólogos pediatras.

A mediados de los años setenta, se propone alcanzar un reconocimiento oficial para esta área de la cardiología y consigue, no sin reticencias y oposición, que se cree la Sección de Cardiología Pediátrica de la Sociedad Española de Cardiología, de la que es su primer presidente. Alcanza igual objetivo en la Sociedad Española de Pediatría y, a finales de la década, logra que el Consejo Nacional de Especialidades Médicas apruebe la acreditación específica de cardiología pediátrica, primer paso para que se reconozca como especialidad. El cambio de gobierno, desgraciadamente, congela el acuerdo en los meandros burocráticos, y sólo años más tarde llega la aprobación oficial definitiva.


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Manolo, aunque aparentemente autodidacta, tenía su escuela de formación en una magnífica biblioteca con todos los libros de Malformaciones Cardiológicas Congénitas -en los que se gastaba más de lo que ganaba- y las continuas visitas : Londres, Los Angeles, New York, etc. En sus continuos viajes visitaba a los gurús más importantes del mundo en Cardiología Pediátrica, de los que fue amigo y con los que consultaba constantemente. Ellos admiraban de él su inquietud científica, inconformismo , conocimientos pese a su edad y búsqueda de la verdad. Le envidiaban la suerte que había tenido de reunir en su servicio una patología abundante e importante y la facilidad legal para conseguir comprobaciones necrópsicas. Sin duda, este material fue su principal Curso de Formación Continuada. Durante los dos o tres primeros años, todas las cardiopatías congénitas de España, de todo el abanico social, eran suyas, y en los años posteriores, casi todas. Sus series no tenían parangón y todavía incrementó su prestigio tras la formación de equipo funcional clínico-quirúrgico con el Servicio de Cardiocirugía Pediátrica. Lo que comenzó como ensayo de especialidades pediátricas a mediados de 1965, era una realidad en 1966 y nadie podía pararlo, ni siquiera los pediatras del hospital ya que la afluencia de pacientes de todas las partes del país era agobiante. Allá teníamos al Dr. Manuel Quero como primera y única figura de la Cardiología Pediátrica Española a los 25-26 años, con categoría de médico adjunto, pero responsable único de la Unidad, al que pronto se le dotó de una plantilla de 7 personas, todas con su misma categoría administrativa, aunque en 1968 se le promocionó a jefe de sección y en 1972 a jefe de servicio, justamente al día siguiente de cumplir 31 años. Creemos que es el jefe de servicio más joven de España en instituciones de la Seguridad Social. Ni él mismo se percataba de aquella circunstancia y cuando, entre 1965 y 1967, salía contrariado del hospital por la actitud anti-especialista de algunos de los pediatras de más edad y jerarquía y manifestaba la posibilidad de dejar el hospital y mandar todo “ a paseo”; tenía que dedicar algún tiempo a convencerle de que la oportunidad que habíamos tenido él y yo era única en la vida y que nunca la había tenido nadie ni volvería a ocurrir- nos dice el Dr. Castroviejo-. Podíamos cambiar el concepto de Pediatría de nuestro país y podríamos crear escuela, estilo, aumentar el nivel científico y cuanto nos propusiéramos.


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Sin duda, el Dr. Manuel Quero disfrutó de su mayor brillantez profesional durante el tiempo que estuvo al frente de del Servicio de Cardiología Pediátrica en el H.U. La Paz (1965-1976). Era el astro sol de los cardiólogos pediatras, admirado, respetado y supongo que querido, aunque más probablemente envidiado por el resto de los colegas. Su servicio se vio visitado por especialistas españoles y de fuera. Muchos seformaron con él y con el buen equipo que logró reunir. “Caía bien” a todo el mundo y anadie parecía ofender cuanto pudiera decir o hacer. Manolo Quero parecía estar tocado por la varita mágica, siempre “ a su aire”, ya que su manera de hacer las cosasera personal e intransferible. Había que aceptarlo tal y como era, pero no engañaba a nadie. Manolo era un niño grande, que se prestaba poco a los convencionalismos, con una inteligencia poco común, aunque tal vez con discreta dispersión . Era capaz de manejar cuatro idiomas con fluidez y profundizar en las cosas más inverosímiles de su profesión, y también de tener cuatro horas a un paciente en la sala de espera de su consultorio porque se había olvidado de él o se había entretenido buscando algo en la biblioteca. Lo cual quiere decir que no era el dinero lo que más ambicionaba pese a hacerle falta igual que a todo el mundo. Tuvo la inmensa suerte de que se casó con una mujer que lo quería, que lo comprendía y que lo aguantaba. Supo desde el primer momento que tenía que aceptarlo tal y como era y ayudarle todo lo posible porque, pese a su gran capacidad intelectual y profesional, Manolo siempre precisó ayuda y la de su mujer la tuvo de forma incondicional y “ a tope” a lo largo de los 37 años de su matrimonio

Manolo Quero dejó el H.U. La Paz en 1976 y pasó a dirigir el Servicio de Cardiología Pediátrica en el H.U. Ramón y Cajal cuando se inauguró en 1976. Su prestigio personal y profesional estaban en su máximo nivel y fue elegido secretario de la Comisión Nacional de Cardiología. Además estaba en su apogeo de producción científica. Fue director médico del H. Ramón y Cajal entre el 1 de junio de 1988 y el 24 de marzo de 1993; no era un pequeño hospital infantil. El “Ramón y Cajal” tenía casidos mil camas y era de una complejidad tremenda tanto por las especialidades que había -eran casi todas- como por el tipo de profesionales, empezando por él mismo, que habían acudido a él pensando que abandonaban la pobreza de los otros hospitales de donde provenían y entraban en la opulencia bajo todos los tipos de vista, cosa que era una verdad a medias. No sabemos si esta experiencia, que podía llenar las aspiraciones de todo profesional con ambición, constituyó para él un placer o una decepción.


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Una vez sentadas las bases asistenciales, vuelca su interés en la investigación. Sus trabajos sobre variantes morfológicas de las malformaciones cardíacas y la correlación anatomoclínica le granjean un amplio reconocimiento internacional, que aumenta considerablemente con el paso de los años hasta el punto de ser referencia obligada en la literatura médica. Su tesis doctoral (cum laude) sobre el corazón univentricular y la clasificación de las cardiopatías congénitas sirvieron de base a numerosos estudios posteriores.

Su entusiasmo por la enseñanza de la especialidad fue modélico en muchos sentidos. Bajo su dirección se han formado cerca de un centenar de especialistas, repartidos hoy día por medio mundo, principalmente en España e Iberoamérica.

De carácter afable y ajeno por completo a los imperativos impuestos por la fama, atendió siempre con cariño y sencillez a cuantos se le acercaron para recibir consejos y enseñanzas o, simplemente, para observar su actitud clínica y profesional. Por esta particular manera de ser, fueron innumerables los que gozaron de su afecto y bonhomía.

La estrella más brillante de la Cardiología Pediátrica Española de la que había sido el creador único y primer jefe de servicio en el país y la que más contribuyó a ponerla a nivel internacional quizá brilló menos en el H. Ramón y Cajal que en La Paz, tal vez por tener que atender dos funciones al mismo tiempo, la dirección del Servicio de Cardiología Pediátrica y la dirección del hospital. Sin embargo, dada su precocidad en mostrar sus condiciones, capacidad y sentido de responsabilidad, partiendo desde sí mismo -no tenía ningún ejemplo previó a seguir- y por otra parte, con una personalidad que sólo obedecía a su propio pensamiento y criterio. Pocos habrían podido predecir que este hombre sería tan importante y decisivo en el cambio de la Pediatría Española e incluso en la Cardiología, sólo cuando apareció él en el firmamento de la Medicina Española se enteraron los cardiólogos españoles de que la Cardiología Pediátrica era otro tipo de Cardiología de la que ellos conocían.


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Con la muerte repentina del Dr. Manuel Quero -que nadie podría predecir y que dejó abatidos a cuantos le querían: amigos, familia y miembros de la Pediatría Española desaparece una de las personas que más ha contribuido a la modernización de la Pediatría.

Sírvanos como resumen las palabras de quienes mejor lo conocían y que habían compartido muchos de sus problemas desde el comienzo de su carrera:

«El hacer este recuerdo – nos del Dr. Castroviejo- del Dr. Manuel Quero no es una tarea difícil para mí ya que él tenía muchos méritos y no es preciso inventarlos y era una persona cuya amistad comenzó hace cuarenta años y jamás decayó. Además, yo soy neurólogo pediátrico por él. Un día de la primavera de 1965, cuando estaba a punto de dejar mi puesto en el Hospital Puerta de Hierro con rumbo a lo desconocido, me encontré con Manolo Quero que estaba acabando la carrera – nos conocíamos desde varios años antes, yo como médico y él como alumno, en la cátedra de Patología General del Prof. D.José Casas, del Hospital Clínico Universitario de Madrid, donde compartíamos conocimientos, camaradería y un sentido de la ética profesional que no habíamos visto en ninguna otra parte de la facultad y hablamos de diversos temas. Se iba a abrir el Hospital Infantil en la Ciudad Universitaria La Paz en julio e iba de director el Dr. Enrique Jaso, un pediatra importante en Madrid que quería hacer de él un Centro de Especialidades Pediátricas ya que en España no las había. Lógicamente, tampoco había especialistas, pero Manolo conocía al Dr. Jaso, que era amigo de su padre y, de momento, era quien se iba a encargar de la Cardiología Pediátrica. Se ofreció a hablarle al Dr. Jaso de mí para que me encargara de la Neurología Pediátrica, cosa que aceptó el Dr. Jaso inmediatamente y allí surgió el primer embrión de las especialidades pediátricas del país, engendrado por un neurólogo general (de adultos) y un médico recién acabado, con muy buena formación cardiológico general – no hay que olvidar que era uno de los alumnos más brillantes, aunque todavía, lógicamente, en formación, de los maestros P. Zarco, O. Salmerón y J. Romero, como cabezas de una gran escuela de Cardiología- pero que ninguno de los dos conocíamos las patologías de estas especialidades en el niño. Obviamente, los pediatras todavía las conocían menos. Manolo Quero me dijo que precisaba una pensión que tuviera buen ambiente universitario y, en la mía había una plaza libre, así que se vino a ella donde ambos estuvimos durante dos años, hasta el día de nuestra respectivas bodas. Esos dos años de convivencia en la pensión y en el hospital, donde también los problemas de ambos eran muy similares nos dio la oportunidad de conocernos mutuamente en lo personal y en lo profesional, de iniciar una amistad y, en los años posteriores, consolidarla, sin que fuera fácil que nos sorprendiéramos el uno al otro por reacciones o comportamientos determinados. Jamás afloró el más mínimo signo de rivalidad – mucho menos de envidia – entre ambos pese a que existieran intereses por parte de un importante número de colegas pediatras en conseguirlo exaltando sus condiciones personales y científicas y comparándolas con mi carácter peleón. No hay que olvidar que, por muchos motivos, yo tuve que liderar la lucha para sacar las especialidades adelante, aunque justo es reconocer que siempre conté con la ayuda de Manolo Quero, que es la única que recibía en el hospital. Los que intentaron enfrentarnos nunca lo consiguieron ya que cada uno deseaba lo mejor para el otro y ambos íbamos consiguiendo los objetivos que nos planteábamos y que los discutíamos ampliamente en nuestra otra casa común, la pensión».


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Y el obituario del Dr. KCLAUS KNAPP BOETTICHER 13 de octubre de 2003:

«En 1963 nos reuníamos un grupo de médicos alrededor del profesor Enrique Jaso, que logró de la Administración que se habilitase una clínica infantil en la residencia que se estaba planeando: La Paz. Manuel Quero, entonces un joven estudiante, se incorporó a este grupo mostrando gran interés y aportando ideas a menudo sorprendentes. Siempre con una gran humildad y su mirada característica, lejana y de sorpresa. Manolo Quero se incorporó al equipo de médicos de la clínica infantil La Paz nada más obtener el título. Analizar con él cualquier problema le hacía a uno olvidar su exultante juventud. ¿Joven? ¿Inexperto? ¿Principiante? Nada de eso. Su tenacidad, capacidad de estudio e intensa dedicación pronto hicieron de Manuel Quero uno de los pilares de ese grupo de extraordinarios pioneros de la medicina española.

Aprovechando pequeños ratos -y a falta de despacho-, se le veía en el alféizar de cualquier ventana tomando apuntes. ¡Quién iba a suponer que de esas notas saliese muy pronto el primer libro sobre cardiología pediátrica del país! Y del mismo modo insertó sus semanas y meses de aprendizaje en los más prestigiosos centros cardiológicos de todo el mundo dentro de su trabajo hospitalario. No tomaba vacaciones, prefería ir a estudiar con los mejores.
En el Hospital for Sick Children (Londres), el de Bicetre (París), UCLA (Los Ángeles), Baylor University (Houston), College of Medicine (Cincinnati), Harvard Medical School (Boston) y en el Hôpital Saint Justine (Montreal) pasó algunas de sus temporadas de estudio y formación.

Conferenciante solicitado, encontraba tiempo para asistir a manifestaciones científicas en casi todo el mundo. Conferencias, cursos y mesas redondas le llevaban a casi todos los países de Centro y Suramérica, pero también a Estados Unidos, Unión Soviética, Alemania, Australia, Suiza, Hungría, Gran Bretaña, Japón y muchos más. Y en esos países pronto formaba parte del consejo de sus revistas y sociedades científicas, a la vez que volvía con alguna nueva distinción o la solicitud de presidir un futuro congreso o una reunión de especialistas.

Escribió libros o colaboró en ellos. No habría espacio. Una lista provisional nos refiere más de veinte. Sus artículos científicos, más de la mitad en revistas de habla inglesa, pasan de trescientos. La mayor parte se refieren a rabajos e investigaciones propias.
Una juventud sorprendente. Sorprendente por su actividad, por la calidad de todas sus manifestaciones científicas, pero sobre todo por combinarse con una condición humana muy especial. Era de una gran humanidad, se desvivía por sus enfermos, ¡por cada uno de ellos! Y no se iba a comer o a dormir sin haber resuelto cualquier problema urgente que él pudiera solucionar.


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Trabajar a su lado no era siempre cómodo. ¡Había que saber mantener su ritmo! Sus esfuerzos y sus exigencias eran siempre para su causa, nunca para él. Tuve la suerte de compartir con Manolo Quero muchas horas de trabajo y muchas noches de investigación. No recuerdo ningún momento de tensión. Me siento orgulloso de haberle «dado cobijo» en el Servicio de Radiología Pediátrica que pude crear en la clínica infantil La Paz. Manolo Quero creó allí una «sección hemodinámica pediátrica». Por razones del poder se hicieron las primeras cien exploraciones de noche y a escondidas, con la ayuda de algunas enfermeras que, en espera de urgencias, podían distraer algo de su tiempo para hacer las primeras exploraciones hemodinámicas que en España se hacían en recién nacidos, gracias a las cuales pudieron ser intervenidos y en muchos casos, curados. El mundo científico mostraba un gran respeto por ese niño prodigio de la cardiología pediátrica, el Mozart de la cardiología, como nos gustaba llamarle.
Triste es decir que a lo largo de tanto esfuerzo la Administración de Sanidad no estuvo a la altura de las posibilidades que tal genio brindaba.
Ha muerto un gran hombre, un excelente médico, un ejemplar trabajador, defensor de las causas que consideraba buenas, un médico que ha dado calidad a su institución y proporcionado respeto en todo el mundo al trabajo científico realizado en su país».


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Desde este trabajo, sería deseable que el Hospital «La Paz» o el «Ramón y Cajal» tuviera un acto de reconocimiento a su memoria -como agradecimiento al que tanto prestigio ha dado a ambas instituciones- y se le hiciera una estatua y pasar a la Historia de de la Medicina como otros grandes lo han sido.

Y finalmente, desde estas líneas, vaya mi justo y merecido recuerdo a mi amigo Manolo (el cual tuvo la atención de ver a mi hija allá por la década de los 90) y con este trabajo deseo dejar constancia de mi personal sentimiento a toda la familia Quero-Volovickis y la Quero Jiménez por tan irreparable pérdida.

TRABAJOS

Conferenciante solicitado. Siempre encontraba tiempo para asistir a las manifestaciones científicas por todo el mundo, Congresos, Mesas Redondas, Conferencias, etc. presidiendo diversos Congresos Mundiales de Cardiología Pediátrica.

En 1973 publicó el que puede considerarse el primer manual-guía de habla española para formación de especialistas. Consolidado su prestigio internacional, fue invitado a formar parte del comité editorial de la mayoría de las revistas relacionadas con la cardiología pediátrica. Su labor escrita se traduce en más de trescientos artículos en revistas de su especialidad y de sus investigaciones propias (la mitad en habla inglesa). Escribió y colaboró en más de veinte libros.

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