CAZA DE GAMUSINOS

Cuando llega el verano, nos visita mucho «forastero». En esta época se suelen rescatar costumbres de otros tiempos para disfrute de todos. Uno de ellos es la caza de «Gamusinos». Valerio Fernández Simoneau nos dejo escrito en que consiste dicha caza. Ahora los chavales se dedican a cazar Pokémons en sus móviles y tables con lo que se pierden la excursión al campo.

Los » Gamusinos » son animales, huraños y montaraces, que se crían entre jaras y lentiscos, en 1o más agreste de las fincas de caza del término de Moral. La caza de esta especie es sumamente complicada, principalmente por lo astutos que suelen ser, ya que generalmente solo se les puede localizar a la caída de la tarde.


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En Moral, cada vez que algún forastero incauto llegaba a pasar una temporada en el pueblo, se le invitaba a participar en una de estas cacerías, especialmente engatusados por la riqueza de la piel de dichos animalitos.

Cuando el futuro poseedor de la magnífica pellica estaba totalmente entusiasmado con la aventura, se preparaba esta para que no quedara nada a la improvisación.

El día de la cacería se formaban dos grupos, uno era el que acompañaba directamente al «pardillo «, y el otro era el de los que ejercían la labor de ojeadores, y que serían los encargados de levantar la pieza. Se llevaba al cazador a lo más agreste del monte, y entre los gritos de los ojeadores y los rasguños de las hojarascas, el pobre muchacho cada vez iba más aturdido y sin darse cuenta de 1o que estaba sucediendo. Por fin uno de los participantes daba el grito de ¡Por allí vaaa…! ¡Que no se nos escapeee…I, y todos se dirigían corriendo al lugar de donde habían partido los gritos.


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Cuando se llegaba al lugar prefijado el «Gamusino”” ya estaba metido en el saco,

y todo el mundo felicitaba al invitado dándole muestras de la suerte que había tenido al poder contar con una pieza de tan buen tamaño. Se la hacía el honor de ser el portador del saco, hasta que llegados al pueblo, y con buena luz, se pudieran ver las excelencias de la pieza cobrada. De vuelta del lance, todo el mundo venía muy contento y sobre todo el cazador, el cual notaba sobre su espalda la corpulencia del gran ejemplar cazado.

Todo terminaba cuando por fin se abría el saco y se descubría que el tan alabado gamusino no era otra cosa que una enorme piedra, la cual había servido para gastar una broma al forastero y hacer pasar un buen rato a todos los miembros del grupo.


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Una de estas cacerías, celebrada en los años veinte, fue dedicada a dos hermanos provenientes de Madrid. Fue tan sonada que dio lugar a que se le dedicaran unos versos cuyas primeras líneas decían:

Juanita y su hermano Tino 
van a cazar Gamusinos. 
Hacen los preparativos 
tan alegres como activos. 
Cuando de marcha ya van 
notan que les falta el can.