Personajes Ilustres siglo XVI.- Alonso López

Conquista del Perú

Lorenzo Fernández Molina.- Llevado a cabo el descubrimiento de América, se abre la puerta a un mundo nuevo. Una riada de gente se apresta a salir hacia este continente: bien llevados por su afán de aventura o con el fin de lograr una vida mejor. No sabemos cuál fue el motivo de la decisión de nuestro paisano Alonso; pero sí estamos en condiciones de asegurar que pudo ser el primer moraleño –de los bastantes que hubo- que en aquellos años vieron cumplido su deseo de viajar hacia ese Nuevo Mundo. Su destino le llevo a ser uno de los conquistadores del Perú.

Nace en Moral de Calatrava allá por el año 1502, al parecer, hijo de Benito López. Por las referencias que se poseen, sabemos que no tenía un dominio de la lectura y escritura pero sí que sabía firmar con su nombre; que en Cajamarca tenía 30 años y que era un hombre de “a caballo” lo que le hacía partícipe de una parte mayor en el reparto de la conquista que para éstos era del doble de oro y plata. En Sevilla se encuentra en 1535, probablemente la fecha de su regreso, y dice ser de vecino de Moral y tener treinta y tres años. Se le sabe viviendo en Moral de Calatrava en 1550, y según declara contaba cuarenta y ocho años.


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Como su apellido era corriente y para poder facilitar su identificación agregó a su apellido el de su pueblo natal Alonso López del Moral. En Perú aparece como Alonso López, a secas, o como Alonso de Morales (sus compañeros lo tomaron equivocadamente de Moral por Morales). En España es citado como Alonso López del Moral, y una vez, según la costumbre provinciana, como Alonso López de Benito López.

Tuvo relaciones con un tal García López y un Antón López por lo cual ha planeado la posibilidad de que se tratara de la misma familia, sin embargo no se puede afirmar. De este García López no tenemos la certeza de ser moraleño. Sabemos de él que quedó en Perú cuando vino a España nuestro paisano y que su dinero también fue reclamado, muy probablemente por nuestro paisano que quizás gozara de autorización para ello.

Previo al viaje

En América se lleva a cabo el acuerdo entre Francisco Pizarro, Diego de Almagro y Fernando de Luque, para llevar a cabo la conquista de Perú hacia donde ya se habían llevado a cabo dos viajes. Solo falta la autorización de la corona. Los tres socios vienen a Toledo y en su Alcázar se firma la Capitulación.


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La capitulación de Toledo

El 26 de julio de 1529 tiene lugar la capitulación de Toledo en la que se llega a los siguientes acuerdos:

a) La tierra descubierta se llamaría Nueva Castilla.
b) Francisco Pizarro recibiría los títulos de gobernador, adelantado y alguacil mayor y recibiría un sueldo anual
c) Diego de Almagro sería declarado hidalgo, se le encargaría la fortaleza de Tumbes y se le señalaría un sueldo anual.

d) Hernando de Luque sería obispo de Tumbes y recibiría un sueldo.

e) Los trece del Gallo, serían declarados hidalgos. Aquellos que ya gozaban de tal condición, serían llamados “ Caballeros de la Espuela Dorada”.

El escenario estaba preparado para la conquista del Imperio Inca, hacia las tierras de actual Perú.

Lo más probable es que -a la vista de este viaje- nuestro paisano se pondría al servicio de los hermanos Pizarro, concretamente como criado de Juan y Gonzalo Pizarro.

Iniciación del III viaje

Francisco Pizarro equipó una expedición de cinco naves y numerosos soldados, entre ellos sus hermanos de padre, Hernando, Gonzalo y Juan Pizarro, y con su tío Francisco Martínez Alcántara partiendo hacia Panamá en 1530. El 20 de enero de 1531, sale la expedición de Panamá rumbo a Perú contando con 3 navíos, 180 hombres y 37 jinetes. Diego de Almagro quedó en Panamá para reclutar otros hombres y completar el abastecimiento. Acompaña a la expedición el indio Felipillo que mal había aprendido nuestro idioma acompañando a los españoles desde que fue recogido por Pizarro en la isla de Puna durante su segundo viaje y que serviría de traductor.


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En estas fechas, nuestro paisano Alonso: parte de España como criado de Juan y Gonzalo Pizarro. Desde Panamá forma parte del contingente de los 37 jinetes y muy probablemente dejaría de servir como criado de los hermanos Pizarro. Allí se asoció con Alonso Jiménez el espadero, para compartir por igual todo lo que ganaran con su trabajo y en otras empresas (en el trabajo como artesanos y en otras empresas como pudo ser la de conquista). El acuerdo no especifica que tipo de trabajo hacía nuestro paisano, por lo que no hay evidencia de que hubiera podido ser herrero o herrador. Este tipo de compañías o asociaciones eran muy comunes entre artesanos en aquellos años de la conquista.

A partir de aquí, nuestro paisano va seguir los derroteros conquistadores que iremos citando, hasta llegar a Cuzco y regreso a Jauja en 1534, junto a los hermanos Pizarro y a Jauja con Diego de Almagro.

Toma de Tumbes

Once meses después de la salida desembarcan en la isla de Puna (actual Ecuador) gobernada por el curaca Tomalá. En la lucha con los punás o tumbes quedaron tres españoles muertos pero lograron hacer prisionero al curaca que para liberarse hubo de pagar rescate. (Aquí moriría, años después a manos de los indios, Fray Vicente Valverde, primer obispo de Cuzco, hombre decisivo en toda la conquista, el 31 de octubre de 1541).

La flota se dirigió hacia Tumbes, pero el mal tiempo los obligó a desembarcar dos leguas más al norte. Pizarro decidió continuar por tierra.


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En esta región de Coaque, los españoles descubrieron riquezas en las ciudades abandonadas por los indios. Una parte del oro es enviado a Panamá a fin de acelerar el reclutamiento de refuerzos. Los tres navíos regresan a Panamá dejando a Pizarro y sus hombres sin ningún medio de comunicación con el mundo que han dejado.

Poco tiempo después, los españoles, cayeron en una emboscada: tres de ellos fueron hechos prisioneros y terminaron en una marmita y el resto, gracias a la caballería, escapan de la muerte. Los indios huyeron ante estas extrañas criaturas, refugiándose en la selva (hombres de morrión calado con espada al cinto y caballo eran una sola cosa).

Pero poco a poco los refuerzos van a llegar. En medio de los recién llegados se encuentran capitanes que irían a ilustrarse en las conquistas futuras: Sebastián Benalcázar, conquistador de Quito y Hernando de Soto, futuro explorador del Missisippi.

En el mes de abril de 1532, sintiéndose suficientemente armado, Pizarro decidió por fin desembarcar en Tumbes. Los españoles no encontraron hostilidad por parte de los indios pero sí mucho temor. ¡Los dos españoles que, en la anterior expedición, habían quedado allí para aprender el idioma y las costumbres de los indios habían sido muertos y esto les hizo temer represalias de los españoles ¡


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Mayo de 1532, Tumbes, gobernado por el curaca Chilimasa, estaba destruido. Los jefes explicaron que el feroz curaca de la isla de Puna había atacado y saqueado el lugar. Chilimasa sería obligado a pagar rescate a los españoles. Tumbes fue abandonada por sus habitantes.

Allí Pizarro tiene noticia de que el imperio Inca estaba dividido por una guerra fratricida que oponía a los hijos del emperador difunto Huayna Capac: Huascar y Atahualpa. Todo, pues, venía a facilitar la conquista de dicho Imperio.

Fundación de la ciudad de San Miguel

Como Tumbes ya no ofrecía alojamiento seguro, el 16 de mayo de 1532 Pizarro salió de la ciudad de Tumbes, dejando en el lugar un pequeño destacamento. Quiso explorar estas tierras y encontrar un entorno ideal para fundar una ciudad que le sirviera de base para la conquista: mientras él exploraba la costa, Hernando de Soto se dirigió hacia las montañas. El 15 de julio de 1532, a treinta leguas al sur de Tumbes, en el valle de Tangarará y a orillas del río Chira, los españoles fundaron San Miguel, la primera ciudad hispánica del Perú a la cual la llamaron San Miguel de Tangarará (Piura).


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Y nuestro paisano Alonso que había iniciado este viaje siendo uno de los 37 jinetes, llegados a San Miguel, parece haber cumplido su sueño, o quizás cansado, piensa quedarse allí como encomendero. No sabemos si fue su ambición, su afán de aventura o quizás se le persuadiera por la necesidad que de jinetes había, lo cierto es que bajo la promesa de una mejor encomienda sigue adelante hacia Cuzco, la capital del imperio.

Cajamarca

Tras la derrota de su hermano, Huascar, Atahualpa se había erigido como jefe inca del imperio y se encontraba descansando en la Sierra norte de Perú, cerca de Cajamarca, en los baños termales conocidos hoy como los Baños del Inca..

Después de haber organizado la ciudad de San Miguel, los españoles partieron a la búsqueda del Inca. Jerez dice que Pizarro salió de San Miguel de Piura el 24 de septiembre de 1532 con «sesenta y dos de caballo y ciento dos de pie». En su camino atravesaron tierras ricas que probaban la existencia de un pueblo trabajador y técnicamente avanzado. Después de haber atravesado Lambayeque y Chiclayo, los españoles lucharon de nuevo contra los indios. Uno de ellos es tomado prisionero y aceptó servir de espía. Pizarro emprendió con sus hombres la difícil ascensión de los Andes. La vegetación se hizo más rara, el frío más amenazante. Los españoles sufrían del mal de las montañas, (el Soroche) y manifestaban dificultades para respirar. Un ataque en estas condiciones sería catastrófico.

Hernando de Soto partió en expedición y regresó 8 días más tarde en compañía de un embajador de Atahualpa, encargado de conocer las intenciones de los españoles. Atahualpa no intentó nada contra ellos, estimando que este puñado de hombres, tal vez, no sería peligroso frente a su armada invencible.


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Una vez llegados a la cima, los españoles recibieron a los embajadores del Inca que les ofrecieron presentes. Pizarro y su tropa descendieron entonces hacia el valle de Cajamarca al que divisaron al cabo de siete días. Después de marchar durante casi dos meses hacia Cajamarca, Pizarro y su fuerza llegaron y iniciaron los preparativos para una reunión con Atahualpa.

La captura de Atahualpa

El 15 de noviembre de 1532, después de haber dividido sus hombres en tres compañías, Pizarro avanzó hasta el centro de Cajamarca. La ciudad parecía dormida o abandonada. Pizarro envió a Hernando de Soto hasta el campamento del Inca siendo recibido por Atahualpa. Pizarro se les unió. En esta breve entrevista con Atahualpa, éste les instó a que le devolvieran las tierras tomadas y aplazaron la entrevista para el día siguiente.

En el momento de partir, Hernando de Soto hizo encabritar su caballo; algunos soldados de Atahualpa sintieron miedo. Después de la partida de los españoles los miedosos fueron ejecutados.

Caída la noche se podía observar un gran número de fogatas que testificaban la importancia de la armada del inca. Algunos españoles sintieron miedo, pero Pizarro intentó tranquilizarlos, dobló la guardia y estudió con sus capitanes el plan de la operación del día siguiente.

Al amanecer del día siguiente, 16 de noviembre, las tropas españolas se repartieron alrededor de Cajamarca. El emperador Atahualpa hizo su entrada en la ciudad sobre un palanquín dorado, llevado a espaldas de hombres, en medio de su poderosa armada de unos diez mil indios. En vanguardia iba un escuadrón limpiando el suelo y colocando mantas sobre él. En la Plaza de Armas de la ciudad esperaban el Padre Valverde acompañados del indio de Puna Felipillo. El padre Valverde se acercó para leer el requerimiento mientras el indio Felipillo iba traduciendo sus palabras.


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El Inca Garcilaso nos da una versión bastante sensata del asunto y es que el indio Felipillo fue incapaz de traducir las palabras del Padre Valverde, pues no sabía español, ni quechua, ya que procedía de la isla de Puna. El Inca se mostró perplejo al escuchar a un indio de Puna pronunciar cosas extrañas y confusas. Fray Vicente de Valverde blandió frente al emperador una Biblia, le habló de un dios único y de su representante en la tierra, el Papa, quien concedió al rey de Castilla Carlos V estas tierras para una misión evangélica. Después le pidió al Inca reconocer esta soberanía. Acto seguido le entregó un misario y un anillo como regalo. Pero el Inca le preguntó de dónde tomó esas palabras. El hermano Vicente le respondió que estaban en ese libro, tendiéndole la Biblia. Atahualpa la tomó, la llevó a su oído y no oyendo nada la tiró al suelo.

El hermano Vicente Valverde gritó al sacrílego. Lo cierto es que en aquellos momentos sonó un tiro de arcabuz y se agitó una toalla blanca en el aire. Eran las señales convenidas para el ataque español. Pizarro se puso la armadura, se disparó la artillería, salieron los jinetes al galope por las calles y atacaron los infantes al grito de Santiago. Los indios se asustaron, como era de esperar, y Pizarro aprovechó el desconcierto para abrirse camino hacía el Inca seguido de 25 soldados. Dio muerte a su guardia de honor de 12 hombres y se apoderó de su persona, lo que aterrorizó a los naturales, que huyeron en desbandada. La batalla duró una media hora, que fue lo que tardó en caer el imperio inca. La armada india intentó huir pero los españoles la persiguieron, dejando alrededor de dos mil muertos en menos de media hora.

Pizarro cenó la noche misma de la batalla con el emperador caído, asegurándole que no había nada que temer. Algunos días más tarde, Atahualpa hizo una oferta a Pizarro: una habitación llena de oro y de plata a cambio de su libertad; tanto oro que podría llenar su celda hasta la altura que alcanzara su mano (22 pies por 17 pies) (7 x 5 m.) El Adelantado de Nueva Castilla aceptó. Hernando de Soto y Pedro del Barco, acompañados por los mensajeros del Inca, regresaron con el oro que cubría los muros de los templos del imperio.

Viendo a su soberano y a los otros dignatarios Incas, impotentes frente a los españoles, los indios comenzaron a interesarse en la religión que los recién llegados intentaban imponerles. Una religión que pregonaba la caridad y la clemencia, nociones poco conocidas en este país.


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En el camino encontraron un grupo de indios que habían hecho prisionero a Huascar, el Inca legítimo. Éste último ofreció a los españoles un rescate más importante que el prometido por su hermano. Sabiendo eso, Atahualpa ordena a su general Cha Cuchima que dé muerte a su hermano Huáscar. Su cadáver fue tirado a las aguas del río Andamarca.

Tras la victoria en Cajamarca los vencedores repartieron su tesoro, el botín de guerra, en los Baños del Inca. Pizarro lo repartió entre sus hombres y la Corona. Sería Hernando Pizarro quien tuviese el cargo de llevar un quinto de las riquezas al Rey de España.

El reparto del tesoro

Se sabe que no existía moneda en el Imperio Inca, por ello, se supone se usaba el trueque. No tenían ni mercado ni comercio por lo que el Oro y la Plata poseían un valor ritual y no comercial.

El 18 de junio de 1533, el Gobernador Francisco Pizarro, ordenó fundir lo recaudado y se repartiese. Toda la fundición arrojó un valor español total de “un ciento y trescientos mil veintiséis mil quinientos treinta y nueve pesos de buen oro” (1.326.539 pesos de oro). En el libro “El Perú en los tiempos modernos”, se dice al respecto: “Luego de pagar los derechos del fundidor, el quinto real para la Corona española fue de 262.259 pesos de oro de alta pureza; el fundidor al que se le pagó fue un orfebre español. Pero toda la fundición la hicieron metalistas indígenas, de acuerdo con su método. “Comúnmente se fundían cada día cincuenta o sesenta mil pesos. Esta fundición fue hecha por los indios, que hay entre ellos plateros y fundidores, que fundían con nuevas forjas”. El total de plata fundida se valorizó en 51.010 marcos. A la Corona le tocó 10.121 marcos.

Los de a caballo recibieron en total: 610.131 pesos de oro y 25.798,60 marcos de plata. El promedio individual fue de: 9.386,60 pesos de oro y 396,90 marcos de plata. Los de infantería recibieron en total: 360.994 pesos de oro y 15.061,70 marcos de plata. Promedio individual: 3.438 pesos de oro y 143,4 marcos de plata.


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Muerte de Atahualpa

Pagado el rescate, Pizarro había dejado a Atahualpa en una semi- libertad. El Inca continuaba dando órdenes para la buena marcha de su imperio. Circulaban rumores sobre la preparación de una rebelión. Unos generales incas, entre ellos el hermano de Atahualpa, Titi Atauchi, preparaban el ataque a Cajamarca.

Culpado de ello Atahualpa fue juzgado culpable de traición. Se le cargaron las culpas de: haber usurpado su función; de haber hecho asesinar a su hermano Huascar, el Inca legítimo, así como a los miembros de su familia; por incesto al haberse casado con su hermana; por hereje contumaz al haber rechazado el bautismo cuantas veces se le propuso; por haber exterminado cruelmente a sus enemigos y por haberse vuelto culpable de idolatría. Atahualpa fue condenado a muerte.

Pizarro aceptó de mala gana la sentencia. Sin embargo dio a Atahualpa la posibilidad de “salvar su alma”. Fue condenado a muerte el 23 de julio de 1533 y el 26 de julio, el hermano Vicente Valverde bautizó a Atahualpa antes de fuera ahorcado en lugar de ser quemado en la hoguera. Su cuerpo fue inhumado, al día siguiente, en la iglesia de San Francisco.

Después de la ejecución, Francisco Pizarro se puso a llorar como un niño y portará el duelo durante varios días.

Llegada al Cuzco

Con la muerte del Inca, el Imperio se disgregó totalmente; era la anarquía. Los pueblos sometidos por los incas se rebelaban y para evitar el caos, Pizarro decidió nombrar un nuevo Inca, un hermano de Huascar y de Atahualpa, Titi Cussi Hualpa Yupanqui.

La resistencia inca prosiguió por parte de los quiteños, los más fieles a Atahualpa. Sus ejércitos, dirigidos por prestigiosos generales, intentaron salvar lo que quedaba del imperio.


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Después, Pizarro decidió marchar sobre Cuzco, la capital del Imperio, con 180 hombres y 40 caballos, era el 11 de agosto de 1533. Pizarro se dirigió hacia Cuzco y él y sus hombres fueron los primeros no americanos en recorrer la fabulosa red de caminos incas, desde Cajamarca hasta Cuzco. En el camino tuvo un encuentro con las tropas quiteñas. En Jaquijahuana, llegó a su encuentro Manco Inca Yupanqui, hijo de Huayna Cápaz, para reclamar los derechos de sucesor del Imperio Inca. Pizarro lo proclamó Inca y Señor de los Cuatro Suyos.

A partir de aquí, su avance fue rápido. El 14 de noviembre de 1533 los españoles con el nuevo Inca llegaron a Cuzco. A las puertas de Cuzco, la capital del Tahuantinsuyo, recibió el apoyo de los indios fieles a Huascar. Un enorme saqueo de los templos terminó con lo que quedaba del culto al sol. La derrota y muerte de Atahualpa y el rencor de los cuzqueños hacia el Inca ejecutado permitieron que los españoles encontraran la ciudad sin oposición. Los españoles fueron recibidos con algarabía, considerando a Pizarro como el dios Huirococha “el vengador de la muerte del inca Huáscar”. Incluso, fueron recibidos por Manco II, quien se convirtió en Sapa Inca con el beneplácito de los recién llegados. La débil resistencia al mando del general Quisquis no pudo impedir el ascenso de Manco II ni la consolidación de la presencia española en la región. Era el 15 de noviembre de 1533.

.Los españoles fundaron el Cuzco español el 23 de marzo de 1534. Pizarro ordenó repartir los solares de la ciudad a los nuevos pobladores españoles. El Gobernador envió desde allí una expedición para que descubriera y tomara posesión del lago Titicaca, del que tanto hablaban los naturales.

Aunque Cuzco no sufrió los estragos de la guerra y continuó con su traza incaica, Pizarro no quiso instalar allí la capital de Nueva Castilla porque estaba muy lejos de la costa, lo que dificultaba recibir refuerzos en un momento determinado. Tornó hacia el litoral y en el camino hacia la costa fundó Jauja (26 de abril de 1534), ubicada en un fértil valle del Mantaro y estableció como capital provisional del Perú. Aquí se hizo el primer reparto de encomiendas. Luego se dirigió hacia la costa y a orillas del río Rimac, muy cerca de un puerto que se conocería como El Callao, se fundó la ciudad de Lima de los Reyes el 18 de enero de 1535, verdadera capital de su gobierno.


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Alonso López regresa a España

Diego de Almagro

Apenas se había tomado el Cuzco decidió volver a su casa en España. Al principio acompañó a la expedición de Pizarro y a su paisano de Ciudad Real Diego de Almagro, hacia el norte a Jauja y aún algo más lejos; luego abandonó el Perú a fines de 1534, llevando 1500 pesos en nombre de Gonzalo Pizarro además de otros asuntos de interés y su propio dinero.

Entre diciembre de 1533 y junio de 1534 llegaron a Sevilla cuatro navíos cargados de los primeros tesoros del Perú: nada menos que 708.580 pesos de oro y 108.307.680 mrs., según informa Francisco de Jerez. Carlos I, falto de numerario, necesitando dinero para pagar la campaña de Túnez (1535) ordenó embargar todas aquellas riquezas millonarias (4 de marzo de 1535). Esta apropiación de capital privado nos permite conocer el total de lo traído a España por estos primeros peruleros y el sistema de pago ideado por la Corona.

Nada más conocerse la noticia del embargo, los perjudicados reclamaron inmediatamente. Éstos lo hicieron el 13 de marzo de 1535. Se conocen los nombres de dieciocho perjudicados. Entre los perjudicados reclamantes se encontraba nuestro paisano Alonso y el probable familiar, ya citado, García López. Dieron poder al capitán Juan Téllez, vecino de Ciudad Real, para comparecer ante los reyes o su Consejo y pedirles “que nos mande desenbargar nuestro oro e plata que nosotros truximos de la provinçia del Perú de las Yndias del Mar Oçéano, que por su mandado nos está enbargado porlos juezes de la Casa de la Contrataçión d’esta dicha çibdad, para que luego libremente se dé y entregue a cada uno de nos lo que paresçiere sea suyo conforme al registro”. Carlos I tuvo que atender la reclamación de sus súbditos. No conocemos como compensó el monarca el embargo de nuestro paisano pero sí como lo hizo con uno de los conquistadores, Antonio de Vergara, natural de Oropesa, que regresó a España contento y feliz con la friolera de 20.708.500 mrs. (181 marcos de plata y 4.440 pesos de oro que le habían correspondido en el botín de Cajamarca). Como el monarca no tiene dinero lo hace a través de juros – promesas- de varios años de distintas rentas reales que comienzan a correr el 1 de enero de 1535. Los juros bien pueden ser de distintos sitios americanos e incluso de España.


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De Alonso se dice que, de regreso a España, cambió de parecer. La causa probable parece ser que el embargo de su caudal que le hace que en 1536 declare su intención de ir una vez más a Perú, afirmando que había vuelto sólo temporalmente para recuperarse de una enfermedad y velar por su esposa e hijos. A base de ello obtuvo carta real para los funcionarios en el Perú, recomendando que se considerara favorablemente el otorgarle una encomienda ¡probable compensación del embargo! De hecho es muy posible que Alonso López hubiera salido de las Indias debido a una enfermedad, pero es poco probable que entonces pensara regresar rápido. En todo caso, sabía que con una recomendación real no era probable que fuera bien recibido en el Perú, por lo cual después de todo abandonó la idea de su regreso a Perú y se le sabe viviendo en Moral de Calatrava en 1550.

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