Oficios desaparecidos.- El latero

Mª Dolores López-Tercero Sánchez.- La pobreza de los años ya pasados dieron como fruto el nacimiento de oficios que trataban de hacer una vida más fácil y de la manera más económica posible, los cuales ya han desaparecido por completo, o casi en su totalidad, debido a las mejoras económicas.

Entre ellos, se encuentra la profesión de latero. Un oficio ya olvidado por muchos, pero aún en la memoria de nuestros mayores.


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Si quieres saber, o recordar, cómo era el día a día de los lateros, cómo trabajaban o en qué consistía su oficios, te invitamos a seguir leyendo.

También conocido como lañador, aunque en algunos corresponden a oficios distintos, lo cierto es que solían ser desempeñados por el mismo profesional.

Se trataba de un oficio ambulante o callejero, al igual que otros como el de afilador, pregonero o colchonero, que tuvo su momento de apogeo en las décadas de la posguerra, más concretamente, entre los años cuarenta y sesenta del pasado siglo.


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En la actualidad, este oficio ha desaparecido totalmente, ya que en nuestras casas gozamos de multitud de útiles para las tareas cotidianas y, si alguno de ellos sufre algún desperfecto lo sustituimos por uno nuevo. Nuestros antepasados apenas tenían los utensilios básicos para sus tareas y, en el caso de romperse alguno era el latero quien lo reparaba.

El latero, o lañador, se sentaba, semanalmente, en las aceras de los pueblos y ciudades, donde organizaba un pequeño y muy humilde taller con algo de fuego para calentar las herramientas que iba a emplear en el desarrollo de su trabajo, como eran las barras de estaño, soldadores o martillos, entre otras.

En otros casos, organizaba su taller en los portales de las casas donde se le requería, reparando barreños, lebrillos, ollas, sartenes y un sinfín de útiles. Además, reparaba paraguas, los cuales, por aquellos años, eran totalmente artesanales y, en general, procedentes de Galicia.


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Para la reparación de algunos de los desperfectos empleaba la laña, que era como una grapa de cobre o hierro que servía para unir las partes rotas.

Como cada semana, las madres de familia acudían al grito de:

“¡El lateroooo!
¡Se arreglan lebrillos,
Se arregla de tó.

El latero, cuanto más roto, mejor!”